¿Por qué un comunicador?
¿Por qué…? ¿Qué sentido tiene que una empresa o institución, en estos tiempos que vivimos, considere al comunicador un elemento esencial de su gestión?
Nos encontramos en un momento en que nuevas tecnologías prometen solucionar los mayores problemas del mundo, incluso, los inconvenientes que puedan surgir cuando nos relacionamos con los demás.
Un dato resalta del resto. Tal como lo indica Andrés Oppenhaimer en su nuevo libro “¡Sálvese quien pueda!”, el 47% de los trabajos existentes corren el riesgo de automatizarse o volverse obsoletos debido a los avances tecnológicos y el crecimiento de los productos y servicios en línea que están por venir en los próximos veinte años.
Autodenominado un “optimista cauteloso”, Oppenheimer opina que la tecnología no necesariamente creará un desempleo masivo, si no mas bien cambiará drásticamente la definición de lo que hoy conocemos como un “empleo”. Esto nos lleva a la pregunta inevitable: ¿Peligran los comunicadores?
¿Tenemos futuro los comunicadores?
Vivir en el pasado, y anclados en las viejas formas de gestionar la comunicación debe ser, incluso, considerado una falta de profesionalidad. Pero más allá de ello, no basta estar actualizados en las técnicas. Hay que poner a las personas al centro.
“El rol del comunicador nunca ha sido tan relevante. Tenemos que restaurar la confianza de las personas sobre las instituciones”, Adolfo Corujo, CTIO y socio de Llorente y Cuenca Los comunicadores tendremos futuro si asumimos el reto de convertirnos en guardianes de la verdad de nuestras organizaciones. Tenemos futuro si sabemos interpretar datos y volver interesante lo importante. Tenemos futuro, también, si asumimos la responsabilidad de crear espacios de diálogo que estimulen la recuperación de la confianza.
Tendremos futuro si aprendemos de una vez por todas a diferenciar las urgencias del corto plazo y la visión del largo plazo. Finalmente, tendremos futuro si dotamos a las empresas e instituciones de una narrativa sostenible y apegada a la realidad.
