Los signos y la comunicación

Los que lo conocían decían que era “el hombre de signos”. Creía fervientemente en ellos. Así “hablaba”, y hasta lo inexplicable, -lo inefable-, lo traducía en actos grandiosos documentados en cientos de videos y fotografías históricas.Eran gestos decisivos. Gestos que no necesitaban de algoritmos y presupuestos de pauta para viralizarse. Pequeños actos cotidianos que “se le salían de las manos” y trascendían. ¿Planificados? Seguro; ejecutados con naturalidad, también. Muy estratégicos pero propios de un estilo reconocido y explotado a la perfección.La buena comunicación se planifica acorde a las posibilidades del emisor: se consideran sus fortalezas, sus debilidades, sus amenazas y sus oportunidades. Algunos son buenos para escribir, otros son buenos para hablar en público. Otros comprenden muy bien la dinámica de las redes sociales. Y otros utilizan los signos: esa capacidad de “hablar” al mundo, incluso sin palabras.El que habla con signos posee una vocación poética y teatral autentica. ¿Talento? Más bien, se trata de una decisión fundamentada en el convencimiento.Me explico. Quien comunica a través de signos “habla” con el ejemplo. Según un estudio realizado por McKinsey & Company, las transformaciones culturales en las organizaciones tienen mayor probabilidad de éxito cuando los líderes muestran el comportamiento que quieren que sus colaboradores adopten.

Para que la comunicación tenga frutos debe ir respaldada con acciones. Se hace y luego, se comunica. La fórmula no falla. Con esta reflexión, seguro se les vendrá a la mente algunos comunicadores formidables. Llamémosle a cada uno por su nombre. El mío: Juan Pablo II, “el hombre de signos”.

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